lunes, 12 de mayo de 2008

Aurora y sus Duendes

Tenía yo 7 años, una edad curiosa (siempre se repite esa edad en las personas con ciertas experiencias)… cuando eventos mágicos comenzaron a llenar mi vida.
Mi memoria no alcanza a recordar todos los detalles, pero ayudada por mi padre que fue testigo de tales situaciones, es que he podido armar el rompecabezas. A esa edad yo tenía una cuarto entero para mí, y a pesar de tener 2 hermanos más chicos con quien jugar, me gustaba pasarla sola en mi cuarto; ahí me ocurrían cosas que en ningún otro lado ocurrían. Desde mi armario aparecían seres mágicos, duendes, que venían especialmente a jugar conmigo. Estos duendes eran de esos viejitos, con cara amistosa, de vestimentas antiguas, bien bajitos, incluso para mí a esa edad (describo estos duendes porque hay de muchos tipos). Se materializan a tal nivel que desordenaban mi pieza, tiraban la ropa. Me hacían reír, hacían todo divertido, eran momentos excepcionales que hacían mi día. Recuerdo que no dejaba de reír…
Fue mi padre quien se percató de lo que ocurría; tras escucharme hablar “sola” en mi pieza, comenzó el cuestionario de lo que yo hacía. Le expliqué con lujos y detalles, y él casi se caía del impacto de ver como se repetía en su hija una historia, que para él había sido horrorosa ya que su “razón” nunca pudo aceptarlo. Un día me dijo que si yo quería dormir y ellos aún querían seguir jugando, les dijera que me dejaran porque ya era hora de dormir. Un día así lo hice y nunca más volvieron… hasta… (continuará).

Aurora

miércoles, 7 de mayo de 2008

Creo que mis vajes empezaron cuando tenía como 12 años. Estaba tendida en mi cama, a eso de las 4 de la tarde. Por alguna razon me sentí muy cansada, como un sopor, y ya habia almorzado hace rato asi que simplemente lo encontré raro. Con el tiempo aprendí a hacer caso a ese sopor y cuando me venía, sabía que era el preludio de que tendría un viaje de estos.

Pues, me recosté, y empecé a sentir muy liviano mi cuerpo y la sensción de ondular en el agua, como la escena final de los yuyos en el rio de la película sueños, de kurosawa. Ondulaba en el agua, y me sentía muy pero muy agradada. De pronto percibí un impulso hacia arriba, algo breve, y de inmediato otro impulso hacia mi ventana, que estaba a mi cabeza, como si fuese arrastrada por el viento, con mi cabeza por delante. Luego mi cuerpo giró hasta dejarme boca abajo, levemente inclinada con los pies hacia abajo y el rostro expuesto al frente en el sentido del desplazamiento. Es increible la senscion de haber sido desplazada muy lejos de allí, drástico, pero suave a la vez, y en término de sensaciones tan pero tan real.

Me atrevía a abrir los ojos, y flotaba sobre un prado silvestre, en un valle. Veía pasar lentamente los arbustos como a unos tres metros por debajo de mi. Eran arbustos pequeños, quizá algunos no alcanzaban el metro o metro y medio de altura. Lo que mas me llamo la atención es que ran muy bellos, radiantes, con unos colores muy vívidos. Y presté atención al detalle de sus hojas y ramas, y note que no había envejecimiento en ellos. Es como si contemplara a las plantas en su máximo esplendor, y sentí en mi corazón que estaba presenciando la escencia material de las plantas, es decir, su apariencia física escencial.

De pronto y con la misma suavidad, parecí retroceder y elevarme. Senti algo de inquietud por la altura que adquirí, asi que cerré los ojos. De pronto, me parecio presentir el espacio interior de mi habitación, y me pose en mi cama, pero es como que entraba a mi cuerpo, yo se que ustedes han sentido esto alguna vez, pero es como encajar, e iba sintiendo como si cada una de mis celulas fueran despertando en cadena, hasta que en un delicado estallar masivo, mi cuerpo estuvo presente otra vez.

Me quedé asi mucho rato, impresionada, saboreando esos recuerdos una y otra vez. Me sentía en paz, agradecida, como si alguien hubiera planeado esto para mí, como si fuese regalada por una develación hermosa. Así inicié, y hasta hoy lo agradezco.

Gracias por este espacio
Violeta

lunes, 5 de mayo de 2008

Mi madre me contaba cosas que para mi no eran fáciles de creer. Ella hablaba de personas que la visitaban en las noches o en las mañanas, y la llevaban a ver "cosas" que ni siquiera recuerdo mucho. Solo está fijada en mi memoria la tremenda necesidad de contarlo que ella tenía. De otra forma era imposible, pues mi padre se declaraba orgullosamente escéptico. Despues de oir sus relatos, era inevitable comentarle "puedo escucharte, pero no me pidas que te crea". pero claro, si ella me hablaba de salir de su cuerpo y acompañar a monjes a visitar lugares y a aprender lecciones....sin ebargo, ella secretamente abrió mi mente.
Mi primera vez ocurrio a los 6 años de edad. Tengo muy clara conciencian de despertar por las mañanas, y observar la actividad de la noche. La hora precisa era el amanecer. Gustaba de programarme internamente para despèrtar a esa hora. En ese silencio, en esa oscuridad lunar, todo en casa parecía danzar. Los objetos se movían e interactuaban con algún grado de inteligencia. Todo vibraba. Los frasquitos de mi closet gustaban cambiar de posiciones, e incluso los vi levantarase en el aire y jugar a "yo me vacio en ti y luego tu en mi". Apenas el primer rayo de sol superaba la barrera de los cerros, de improviso todo se iluminaba y el aquietamiento era inmediato. Todo se acomodaba en su lugar, y se convertia en inerte. Yo oservaba en silencio, y me preguntaba acerca de cual era el espíritu que animaba a esas cosas.
Con los años acumulé la inevitable sensación que todo estaba vivo, que todo poseía su propia inteligencia y que accedeer a ello era un acto de ingenuidad y cierta disposición amistosa hacia lo que simplemente se mostraba.
Era un chico tremendamente introvertido, silencioso, muy observador. Eran años de extraordinaria lucidez y de preguntas profundas acerca del sentido de existir, pero claro, en palabras de niño. Por ello, disponía de muchísimo tiempo para explorar los rincones que se habren frente a la curiosidad. Esas simples demostraciones de inteligencia me cautivaron muchisimo tiempo, años. Tal vez eso influyo que tuviera particular respeto por todos los objetos que rodeaban mi mundo infantil. progresivamente fui entendiendo de que todo vibra, y de alguna forma, vive.
Parecerá loco, pero han pasado muchos años desde entonces, y mi consciencia del mundo vivo se ha ampliado profundamente, cuando fui descubriendo que en esos estados especiales, pude interactuar con otros tipos de inteligencias, no solo minerales, animales y vegetales. De a poco les iré contando que he aprendido.
Anibal